lunes, 14 de septiembre de 2015

Gran corrida de Joaquín Moreno Silva, echada a perder por la terna y el regeneracionismo cifuentino


La vieja ceremonia

 José Ramón Márquez

Lo primero es lo primero, que es felicitar a don José Joaquín Moreno Silva por haber mandado a Madrid una corrida de toros, o sea que lo que ha salido por los chiqueros es lo que se había anunciado. Ni babosas,  ni cabras, ni material artístico, ni nada de eso... toros de lidia con su humor cambiante, su personalidad, su presencia, su seriedad y todas esas cosas que uno busca por las Plazas de Dios y que tan difícil resulta encontrar. Toros que están pidiendo a gritos tener enfrente a Julián de San Blas, a Morante de la Puebla, a Talavante, a Perera, a los que nunca verán. Podemos decir que cinco de los seis saltillos que hoy han salido al ruedo de Madrid han sido toros para medirse con ellos y para dar la dimensión de un torero. También toros óptimos para toreros de medio pelo, porque ellos ponen la emoción que a lo mejor no son capaces de poner sus matadores, cosa tan común. De entre los morenosilva ha brillado Viergado, número 2, lidiado en quinto lugar, para quien algunos han pedido la vuelta al ruedo, que ha sido despedido entre ovaciones, un toro que ha llegado a la muleta con unas condiciones espectaculares, con una embestida vibrante, viva y humillada, un toro de gran personalidad para encumbrar a un torero.

Luego, antes de entrar en harina, hay que comentar lo de la regeneración de la Fiesta, asunto crucial que ha sido solventado de manera brillante por don Manuel Ángel Fernández Mateo, el ex-munícipe que ahora pastorea Las Ventas mediante tres valientes decisiones: una, quitar el vestido de torear al chulo de toriles y vestirle de Florito; dos, quitar el vestido de torear al chulo de banderillas y vestirle de Florito; y tres, montar un aparcamiento de pencos en la puerta de Madrid. Cada una de esas cosas tiene su parte óptima: por un lado, la presencia simultánea en la Plaza de tres Floritos que zascandilean de acá para allá, es una inteligente medida que dota al popular talaverano de una ubicuidad casi divina. El hecho de que desde los tiempos más inmemoriales los chulos de toriles y de banderillas vistiesen en Madrid con vestido de torear es sólo otra antigualla y como a fin de cuentas el ex-munícipe, don Manuel Ángel, ni sabe ni le importa quienes eran el Maca, el Antoñares o el Buñolero, qué se le puede decir si lo que él trae son cosas nuevas con las que atraer a las masas. Sin duda, y eso don Manuel Ángel lo sabe bien, lo de vestir de chulapo aflamencado a los chulos redundará en que las masas abarroten Las Ventas, pues si hay algo que desean las masas con ahínco para arrojarse sobre las taquillas de las Plazas de Toros son novedades como éstas. Y lo del parking de pencos lo mismo, porque así cuando salga algún torero por la Puerta Grande su salida quedará presidida por el exquisito olor a cuadra y a bosta con que los aleluyas aromatizan los lugares donde paran, y eso sin hablar de la pituitaria de los abonados de los primeros números del 8 y los últimos del 7. Modernidad bien entendida la que nos trae don Manuel Ángel, que es lo mínimo que se puede esperar de un ex-alcalde, con lo que le da al magín esa gente.

Como se dijo más arriba el independiente ganadero Moreno Silva trajo a Madrid una seria corrida de toros para deleite de quien le gusten los toros. Por ejemplo, iba un toro y se arrimaba al burladero y ¡zas!, le metía una tarascada y era un gusto ver saltar astillas de los maderos, o cuando les echaban el capote y los bichos se lo comían y le comían el terreno al matador, que en eso hay que decir lo bien que estuvo Sánchez Vara en su primero, en la forma tan clásica en que se sacó el toro a los medios a base de capotazos por bajo, limpios y bien medidos. Luego hay otros indicios de que estos no eran el bobo de cada día, como cuando se distraían porque andaba zascandileando por el tendido el de las gaseosas, o porque dos iban dando un paseo por dentro del callejón, o porque una señora rubia con chanclas (y no era la Cifu, la presidenta que ha enchufado a Manolo Fernández) se iba de la Plaza hecha un mar de llantos. Los toros cuando son encastados tienen esas cosas, pero como la cosa es tan rara de ver, no es extraño que ya haya muchos en la Plaza que ni se enteren de que cuando hay un toro en la Plaza no hay que estar moviéndose ni haciendo aspavientos.

Como era natural e imaginable el machaque se produjo en la suerte de varas, donde se pudo apreciar la variedad de actitudes previsibles: desde el que está hasta las trancas en lo alto del aleluya hasta el que le dieron el carnet el pasado agosto en la tómbola del varilarguero. En cualquier caso, la orientación del tercio de varas en la tarde de hoy tendió a la fabricación de carne mechada, a base de meter el palo hasta las cuerdas y más allá en las anatomías de los morenosilva y de utilizar la vara de detener como arma de destrucción masiva, cosa fácilmente constatable para cualquiera simplemente mediante la mera observación de los charcos que iban quedando en las arenas de Las Ventas. Parece ser que salir al ruedo por la Puerta Grande tampoco es garantía de que los varilargueros hagan bien su trabajo.

Lo otro es la lidia. La vieja lidia ordenada -y cómo nos acordamos siempre de Paquito Esplá cuando se habla de orden y concierto en el ruedo-, que hoy brilló nuevamente por su ausencia. Quitando el firme y hermoso capoteo de Sánchez Vara reseñado más arriba a su primero, puede decirse que la lidia como tal hoy no existió, como no existe nunca ya. Otra cosa que la modernidad se llevó por delante.

Los matadores que contrataron fueron Sánchez Vara, José Carlos Venegas y Marco Antonio Gómez, que confirmaba la alternativa que tomó en 2011.

Sánchez Vara ni en su primero ni en su segundo fue capaz de plantear con verdad los argumentos del toreo bueno. Se guareció en su indudable oficio para llevar a sus oponentes extremadamente por fuera sin siquiera intentar otro planteamiento más del gusto de la cátedra. Ni hablamos de cruzarse con el exigente segundo, pero tampoco con el cuarto que le regaló embestidas como para liarla, a las que Sánchez Vara respondió con un volquete de vulgaridad que fue generosamente jaleado por parte de la parroquia. Mala tarde sin paliativos para el veterano torero alcarreño que tuvo hoy dos oportunidades de oro para haber dejado vitola de lidiador seguro y a cambio se llevó una orejilla de las baratas que le dieron entre los veinticinco que sacaron el pañuelo, los de las mulillas con sus cucamonas y el Presidente, don Justo Polo, asesorado por el señor Cabezas Porras, Joselito Calderón en los carteles. Cuando daba la vuelta al ruedo le faltó el tiempo para abrazar a uno de los mulilleros, era de justicia hacerlo.

José Carlos Venegas tiene un montón de ganas de abrirse camino en el toreo. Es valeroso y tenaz, pero eso, que lo mismo es lo que se necesita para ser trapecista, no es suficiente para ser torero.  Hoy ha tenido dos opciones muy claras a su favor. El primero era un toro de gran clase al que los rabiosos lanzazos que le metió Gustavo Martos convirtieron en una fontana de sangre. Sólo hay que ver los charcos que dejaba el animal cada vez que se paraba para ver que se le iba la vida. Venegas se puso a tirar líneas y a perder el tiempo y el animal duró lo que duró, hasta que se echó, exangüe. Da la impresión de que Venegas ni se fijó en las condiciones en que su picador había dejado al animal... él venía a hablar de su libro. Su segundo, Viergado, es el toro que tenía que haber puesto en circulación a Venegas, el toro con el que tenía que haber abierto la Puerta Grande y haber dado un golpe de timón a su propia biografía. Planteó una faena muy bullidora, con poquita calidad, sin mandar sobre el toro, acompañando su vibrante embestida. Faena a menos e impresión de que el toro se va sin torear. Le dan una oreja barata con algo más de petición y las mismas ayudas que Sánchez Vara, incrementadas por la artimaña de Juan Carlos Tirado de dejar el capote como barrera para impedir el paso de las mulas a la cabeza del toro. Mundillo de triquiñuelas. No debe estar muy feliz José Carlos Venegas con su resultado de hoy en Las Ventas.

El confirmante, Marco Antonio Gómez,  es un torero muy alto. Le tocó para confirmar  un cárdeno de mucha presencia que atendía por Jardinero, número 10, con el que no estuvo nada confiado. El toro miraba y miraba, cosa que no debía aumentar la confianza del torero. Anduvo muy desconfiado y por afuera, sin rematar los muletazos, pues según el toro pasaba el torero ya se estaba quitando. La verdad es que el toro ahí abajo debía impresionar una barbaridad, porque desde la seguridad del tendido ya impresionaba lo suyo. Gómez no se confió en ningún momento y cuando lo cazó con la espada salió huyendo y le tiró la muleta al hocico, por lo que pudiera pasar. Su segundo era, a la postre, un toro más complicado, más violento y con más que torear, aunque su presencia  no fuese tan imponente como la del otro. Ante él Marco Antonio Gómez tampoco puso argumentos dignos de reseña. Nuevamente arrojó la muleta al suelo la segunda vez que entró a matar.
 
En el tercio de banderillas del cuarto, Raúl Ramírez le puso en suerte el toro a Sánchez Vara con el salto de la garrocha, lucidamente. David Adalid banderilleó los dos de José Carlos Venegas con suficiencia. En el segundo par al quinto  el toro le cazó, sin consecuencias. Le había avisado en el primer par, pero él quiso hacer la suerte bien y salir con guapeza y sin triquiñuelas para dejar patente la grandeza del toreo.

Nos quedamos un puñado a ovacionar al ganado en la persona de su mayoral, pero como el petimetre vestido de aflamencado ya había salido de naja, acaso a tocar el organillo en alguna verbena, el mayoral, humildemente, descorrió él mismo el cerrojo del portón y salió a la arena a recibir el reconocimiento de la afición.

 
 El duque y el punto

 Sánchez Vara, José Carlos Venegas y Marco Antonio Gómez

 La regeneración del enchufado de la Cifu es vestir de Florito al Buñolero

La regeneración del enchufado de la Cifu es montar un aparcamiento
 de pencos bajo el 8

La regeneración del enchufado de la Cifu es vestir de Florito
 al chulo de banderillas

 David Adalid

 Ramírez

 El final del verano

 Saludo del mayoral