lunes, 21 de agosto de 2017

Una boda sin novia

Así está la Cristiandad

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Estrenar una Liga sin Cristiano es como celebrar una boda sin novia.

    ¡La novia era él! O sea Cristiano, menos guapo que Cary Grant, desde luego, aunque más tableteado (lo vimos en el Campo Nuevo) que Ann Sheridan, “The Oomph Girl”.

    A “The Oomph Boy”, que es decir a Cristiano, nos lo perdemos por el cuñadismo de Arminio, el Torrente, o brazo tonto de la ley, de Villar, otro “Entalegao” de Pedraz, el juez del humor negro.
    
A Pedraz le llevaron un concejal madrileño metido a gagman de la “Soah” (“¿Cómo meterías a cinco millones de judíos en un 600? En el cenicero”), y para exculparlo el juez escribió un auto que era un ensayo (muy malo) sobre el humor negro.

    A Pedraz le llevaron un presidente del Fútbol que después de treinta años en el cargo no sabía decir “fútbol”, y el juez lo entalegó por riesgo de fuga (un cazurro transformado por la justicia poética en Houdini: humor blanco).

 Ann Sheridan

    Con Villar entalegado, Arminio envió al partido de ida de la Supercopa de España en Barcelona a un “cuñao” que redondeó su actuación con la expulsión de un Cristiano fugaz, tabletero y goleador. ¿Por qué? No se sabe: Arminio es un ser que emite onomatopeyas como las ballenas chorros de agua. La mayor hazaña futbolística de Villar fue abofetear a Cruyff en un partido televisado en San Mamés, pero la mayor hazaña de Arminio fue echar de México’86 a la Urss de Lobanovsky (Dinamo de Kiev más el portero Dassaev, luego “Rafaé” en el Sevilla) a base de banderazos falsos desde su puesto de “linemán”, que decía Bilardo.

    Villar y Arminio son las dos cabezas visibles de un Régimen decrépito cuyo canto del cisne podrá oírse siempre en esa expulsión cuñadísima de Cristiano triunfador en Barcelona, al fin, de Messi, a quien de repente se le ha venido todo el mundo encima: mira a los lados, y sólo ve a Gomes y a Deulofeu, que es como cuando a Juan Gómez le ponían a Pineda e Isidro; y Zidane le ha encontrado un marcador que es Pepe con buena prensa, o sea, Kovacic, recién salido del gimnasio Stillman, donde lo encontró el pobre Benítez.

Arminio

    Ese sentimiento nuevo, generacional, de superioridad “a pesar del árbitro” es la superioridad resumida por Piqué en su confesión postrera de capitán estoqueado en Flandes: “Por primera vez sentí que eran superiores”.

    Con Casemiro y Modric, dos caprichos de Mourinho para fastidiar a los españolísimos Javi García y Cazorlita, más Kovacic, el Madrid desbarata y confunde el centrocampismo ratonero, menudo y femenino (el odio a la línea recta anida en el espíritu femenino) de un Barcelona que se ha quedado en la raspa, que es la napia rogeliana (de Doña Rogelia) de Valverde, enorme napia, napia tremenda, que huele a su equipo y lo deja soso.
    
Parece que han pasado cinco siglos de aquel “quosque tandem” de Villar a Rosell en un hotel madrileño:

    –¿Qué más quieres que te dé, Sandro? ¡No puedo darte ya nada más!
    
Hoy Rosell está en Soto del Real, y Neymar, en París. Dios, pues, aprieta, pero no ahoga: el jeque del “Peseyé” (como leen PSG los radiofonistas) ha puesto doscientos millones donde antes estaba Neymar, y si en el Barcelona no saben interpretar positivamente esa señal del cielo, allá ellos.
    
En el Madrid lo de Neymar ha servido para proteger a las vestales del Templo con cláusulas anti-jeque, como cuando las fortificaciones de las plazas costeras en previsión de los raptos piráticos de nuestras vírgenes para los serrallos sarracenos, y eso debe de incluir a Mariano y a Vinicius, que hacen el loco en el Lyon y en el Flamengo, mientras La Masía decae como el palomar de un curato sin párroco.

    Y todo esto, con Zidane, que no parecía sentir otra ansia que la de encontrar el mundo a una temperatura agradable.


BALE Y ASENSIO

    Ahora que el Madrid va bien, ¿de qué va a vivir la industria “fake news”? De momento, se prueba con Asensio lo que ya se probó con Isco: convertirlo en una víctima de Bale, un galés con coleta que “ocupa” el hueco de un español con talento. El argumento tiene la misma lógica que si se negara la contratación de Tom Jones, un galés con paquete, por no perjudicar las actuaciones de Pablo Abraira o Paloma San Basilio. Con Isco salió la cosa a medias, con lo cual, a medias que saliera también con Asensio, la tendrían entera: un Bale de cien millones de los de “antes” (de antes de los ochenta de Morata) haciendo de suplente de un “jovezno” nacional que permitiría al piperío recuperar su lema fundacional: “Soy español. ¿A qué quieres que te gane?”