viernes, 16 de febrero de 2018

La Tabla



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

En esta “jouissance” (en el sentido de Barthes: erotización del proceso discursivo y su recepción) que el periodismo se trae con Irene “Hipatia” Montero, se echa de menos la caridad: todos le riñen, pero nadie la socorre.

Un fraile dominico residente en Sevilla a mediados del XVI denuncia en su Floreto de Anécdotas y Noticias Diversas la costumbre de no enseñar a las doncellas a leer y escribir, por protegerlas de tentaciones, y apela a la autoridad de Juan Luis Vives, que en “La Muger xpiana” dice que el entendimiento tiene tal condición, que con la libertad se desmanda, con la ligereza se encumbre, con la sutileza penetra, con la viveza conoce y con la ignorancia se derrama.
Y siendo esto así, justo es que las doncellas no sean ignorantes, sino que sepan y sean de virtuosa “sciencia” enseñadas, que en muy mayores yerros caen las necias que las sabias.
Vives cita a la hija de Antonio de Lebrixa (Nebrija), en Salamanca, “que leía para él algunas veces, como la de Cicerón por su padre, en Roma”.
Odiemos, pues, el solecismo, y compadezcamos a la ortógrafa, en este caso la “portavoza” que pone en femenino lo que debe ser masculino.

Una falta de ortografía que pone en femenino lo que debe ser masculino –define Gide su homosexualidad.

No se riña a Montero: socórrasela con la Tabla Periódica de la Ortografía (¡ortografía para todos!) que ha puesto en circulación un filólogo treintañero, Juan Romeu, que ya publicó un libro imprescindible (“Lo que el español esconde. Todo lo que no sabes que estás diciendo cuando hablas”) para aquellos con la curiosidad de entender por qué “huérfano” se escribe con “h”, pero “orfanato”, no.
Jugando con la “jouissance” del lingüista ruso Jakobson (“la poesía de la gramática es la gramática de la poesía”), esta Tabla Periódica de la Ortografía es la química de la lengua, ésa que Irene Montero nos saca como Jean Marais a la espectadora que permanecía de brazos cruzados mientras los otros espectadores le aplaudían.